La antigua 8

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Una particularidad que todavía se puede ver en mi ciudad natal es que en los años sesenta o setenta, no tengo el dato, se realizó el cambio a la nomenclatura de las calles para adaptarlo al crecimiento que en ese entonces había tenido Acarigua, eso incluyó el cambio del sentido en el que transitaban los vehículos, ya no sería de oeste a este sino al contrario. Eso convirtió la calle 8 de ese entonces en la actual calle 31 y la avenida 8 en la avenida 36, siendo esa avenida en la que viví mis primeros 14 años de existencia, entre la calle 28 y la calle 34 estuvo el epicentro de mi biografía, hasta mi escuela estaba ubicada en ese espacio.

Parece increíble que en la actualidad usted todavía le indique a un taxista, de cualquier edad, que lo conduzca a la antigua calle ocho y por simple intuición ya sepa que se refiera a la calle 31. Para un foráneo puede sin embargo parecer confuso este sistema de referencias que se acostumbran aquí.

Esta «antigua 8» para los ochentas no era una calle muy transitada, gran parte de las cuadras estaban todavía constituidas por viviendas familiares y muy pocas edificaciones comerciales, para ese entonces era común que los niños pudieran jugar en la calle.

soldadito4Recuerdo que de niño mis primos y hermanos fabricábamos barquitos de papel en los días de grandes lluvias que entonces caían en los llanos venezolanos e inundaban la famosa 8 con un caudal que se llevaba nuestros Titanics de papel con un rumbo preciso, la alcantarilla de la esquina, donde se acumulaban todos estas hojas de papel mojado.

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Sin rodilleras ni coderas, todavía se aprecian las cicatrices.

En tiempos de verano no faltaban los carros de rolineras, siendo estos una tabla con cuatro ruedas improvisadas con rolineras de los infaltables camiones que siempre han existido en mi familia. Rodillas y codos raspados no significaban que la diversión debía parar, igual el límite que se respetaba era la esquina de las dos antiguas 8’s, donde todavía se ubica la Ferretería Curpa, en ese entonces simplemente se respetaban los límites aún siendo niños y no teniendo la supervisión directa de los adultos.

Para nosotros fue muy común desde muy pequeños tener al menos un mínimo conocimiento del funcionamiento mecánico automotor, eran nuestros juguetes también las herramientas y partes de los vehículos que nuestros padres y tíos reparaban siempre en el gran patio de la casa de abuela. Llenarnos de grasa o aceite era algo muy normal, aunque en realidad a mi nunca me gustó mucho ensuciarme, pero si formaba parte de nosotros este ambiente estilo taller en nuestra infancia.

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«La que sonaba sabroso»

Yo nunca fui un amante de los juegos en grupo, siempre fui más solitario y muchos juegos que eran «la nota» no me llamaban la atención, sin embargo recuerdo cada temporada de juegos tradicionales: papagayos, perinola, yoyo, trompo, metras y otros muchos que entretenían por horas, días y meses a toda la generación.

Fue en esa antigua 8 donde pasamos tantas cosas buenas y malas, donde disfrutamos los últimos años de seguridad en las calles, a pocos metros de la plaza Bolívar de la ciudad, de la Radio Acarigua «Sensacional», todo estaba cerca, no era mucho lo que había, pero estaba cerca, en ese barrio El Paraguay que de por vida va a figurar en mi partida de nacimiento. Una «casa quemada» en la esquina de la avenida 36 con calle 30 -que también pertenecía a mi abuela-, un «Victoriano» que nos vendía las chucherías de la época (calle 28 con avenida 36), donde para llegar debías subir a un nivel más alto de la acera subiendo un pequeño escalón de cemento improvisado. Ya ir más lejos de eso representaba una infracción, un peligro en nuestras infantiles mentes del momento. Un yo-yo_scooperzapatero en la esquina que ahora te preguntas como alcanzaba cubrir el alquiler con tan poco trabajo que parecía tener. El borracho vecino que vivía en una pequeña casa que en calidad de préstamo un vecino más adinerado le facilitaba. Vivir frente a personajes que ya forman parte de la historia de la ciudad como Don José Ramón Díaz, y pues escuchar las conversaciones de los adultos comentando lo que la noche anterior había pasado en sus visitas cerveceras al famoso «Ñerito».

Nunca sabes hasta donde alcanzarás a llegar en tu vida, pero recordar siempre tus orígenes te mantiene anclado a tu esencia, a tus raíces, mantiene tu humildad y lo verdaderamente grande en ti: tu identidad. La ciudad de Acarigua no pareciera tener un atractivo turístico impresionante, pero si ha sido cuna de grandes historias que merece la pena recordar, historias de hombres y mujeres que transitaron sus calles siendo niños y luego lograron grandes cosas en el mundo.

 

 

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